Proverbios 4:25. Pon la mirada en lo que tienes delante; fija la vista en lo que está frente a ti.
Creo que describo lo que muchos hombres y mujeres que están en la iglesia ministrando tienen que lidiar, pues han tratado de renunciar su ministerio y responsabilidad, sirviendo a los pobres quienes siempre estarán con nosotros y a veces a la vida laboriosa de la iglesia. Estos clérigos cansados se encuentran ellos mismos confundidos en situaciones fastidiosas mientras se preguntan desde muy dentro y tener que contestar tan rápido como un rayo en su mente. ¿Qué es lo siguiente? ¿Cómo lo hago? ¿Dios apoyaría mi decisión? Rom. 7:24a ¡Soy un pobre miserable! Me siento miserable por decirlo y condenado por renunciar. ¿Qué hago con estos pensamientos? “Ayúdame Señor,” esto viene como una plegaria constante.
Jeremias se encontró él mismo en una situación similar. Había llegado a estar descorazonado de profetizar lo que Dios le había puesto en su corazón porque el resultado de lo que Dios estaba diciendo era una constante persecución hacia él mismo. Fue metido al fondo de un pozo por su franqueza. Jer. 38:6a Ellos tomaron a Jeremías y, bajándolo con cuerdas, lo echaron en la cisterna del patio de la guardia. Estaba sintiendo la presión de ser golpeado y atado. Jer. 20:2 Mandó que golpearan al profeta Jeremías y que lo colocaran en el cepo ubicado en la puerta alta de Benjamín, junto a la casa del Señor. El sufrimiento que Jeremias pasó por la llamada que se le había puesto sobre su vida al nacer, había llegado a ser una carga pesada con la que vivia.
Jeremias quería renunciar a todo pero terminó diciendo lo siguiente, porque tenía un deseo interior apremiante de llevar la palabra de Dios que quemaba en sus huesos. Jer. 20:9 Si digo: «No me acordaré más de Él, ni hablaré más en su nombre», entonces su palabra en mi interior se vuelve un fuego ardiente que me cala hasta los huesos. He hecho todo lo posible por contenerla, pero ya no puedo más. Él lo admite, “Si, ya no puedo retener la unción ungida de la palabra viva de Dios.” La palabra de Dios vive y se mueve, por eso haré lo que Dios dice que es lo que la palabra hace. Isa. 55:11 Así es también la palabra que sale de mi boca: No volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo deseo y cumplirá con mis propósitos.
Eliseo, con las direcciones de Dios muy claras, llevó a cabo un logro extraordinario más grande en El Monte de Carmel en llamar fuego del cielo y consumir todo lo que estaba en el altar y el altar mismo. Podríamos pensar que Eliseo lo tenía todo bajo control y poseía un arsenal de armas ministeriales a su disposición. Aún así, después de su increíble victoria sobre los cuatrocientos sacerdotes de Baal, cuando fue amenazado por Jezebel, salió corriendo a rendirse y esperar a morir. 1Reyes 19:4 Y caminó todo un día por el desierto. Llegó adonde había un arbusto, y se sentó a su sombra con ganas de morirse. «¡Estoy harto, Señor! —protestó—. Quítame la vida, pues no soy mejor que mis antepasados».
Padre, en el nombre de Jesus, ayúdanos a pedir ayuda cuando nos sentimos vencidos y queremos renunciar. Señor, compone nuestros corazones con gracia con valentía para prevalecer cuando el deseo de rendirnos tiene más fuerza. Prov. 4:25 Pon la mirada en lo que tienes delante; fija la vista en lo que está frente a ti. Que el rostro de Dios brille sobre todo aquel ministro que ha sembrado el amor de Dios sobre nuestras vidas. Miramos hacia Jesús quien no se rindió mientras iba camino a la cruz por todos nosotros. ¡Amén!
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