Proverbios 16:9 El corazón del hombre traza su rumbo, pero sus pasos los dirige el Señor.
Las mareas y el tiempo, no espera por ninguno, ni les importa lo que el hombre diga. Nosotros a menudo pensamos que podemos demandar las instrucciones de Dios como si fuéramos los patrones de nuestro destino. Tampoco podemos controlar una partícula de fracción del tiempo o la marea del mar que Dios ha creado con su sabiduría. Pregúntale cualquiera que ha sobrevivido y salido de un tornado catastrófico, ó de un aullante ciclón, un furioso fuego o terremoto devastador, si ellos creían tener algún poder directo, a la fuerza de eventos llenos de terror que pasaron, con lágrimas recuperándose de lo qué pasó, humildemente dicen, “Estamos agradecidos de estar vivos, cualquier otra cosa se de puede recuperar.”
Unas hora antes estas arrogantes gentes, estaban fanfarroneando cómo tenían todo bajo control en su vida y no es Dios quien va a intervenir en su progreso. Se les olvidó que son sujetos de ley y reglas que Dios ha puesto entre la creación y que ellos viven en una vida de peligro en este mundo precario. Mientras la catástrofe estalla y se ven atrapados en un evento de ola fatal, resultan encontrándose, gritando para que Dios los salve. Claro, pidiéndole al mismo Dios que antes durante el día se burlaban.
Los discípulos del señor estaban montados en una ola santa de popularidad. Todo iba muy bien hasta que se encontraron en una tormenta violenta, ya casi ser volados por la borda en cualquier comento. Aún con Jesús en la barca, se daban cuenta que estaban sujetos a sus debilidades humanas. La valentía que tenían como expertos pescadores al principio cuando lanzaron su barco al agua, pero cuando realizaron que la marea estaba en su contra, llegaron al punto de gritar por ayuda desde su lamentable y aterradora posición. Su incapacidad de controlar los elementos fue muy clara. Marcos 4:38 Jesús, mientras tanto, estaba en la popa, durmiendo sobre un cabezal, así que los discípulos lo despertaron. —¡Maestro! —gritaron—, ¿no te importa que nos ahoguemos?
Cuando a la humanidad se le deja con su propio orgullo y sin las restricciones de las instrucciones amorosas de Dios, nuestra arrogancia no conoce límites. Nosotros creamos cualquier cosa, desde la concentración de campos de muerte hasta bombas de gas venenosas para demostrar que grandes somos. Nosotros justificamos y sancionamos el asesinato de naciones de un bolígrafo a un papel, legalizando las locuras en que llegamos a ser capaces. En el libro de Génesis, leemos las instrucciones que Dios le ha dado a la raza humana. Él dijo salir y poblar la tierra. Pero la rebeldía en el corazón del hombre peleó esta orden. Gén.11:4 Luego dijeron: «Construyamos una ciudad con una torre que llegue hasta el cielo. De ese modo nos haremos famosos y evitaremos ser dispersados por toda la tierra». Con un retoque de alteración lingüística, la humanidad llegó a perderse en palabras y finalmente hicieron lo que deberían haber hecho desde el principio.
La necesidad de nosotros en depender de Dios es tan evidente y aun así, como humanos de libre albedrío, podemos llegar a ser presumidos en nuestras declaraciones de lo que queremos en la vida. Dios pone limitaciones en lo que es la vida. Dios pone la limitaciones de la vida. Tenemos que reconocer esa área y realizar qué hay tantas cosas más grandes de lo que somos nosotros. Salmos 104:9 Pusiste una frontera que ellas no pueden cruzar; ¡jamás volverán a cubrir la tierra! Dios es Dios y nosotros no! Jesús es Señor y el hecho es eterno.
Es Dios quien determina nuestro destino en la vida. Somos libres en Cristo, pero Él siempre nos guía hacer lo que Él ha creado que hagamos. Prov. 16:9 El corazón del hombre traza su rumbo, pero sus pasos los dirige el Señor. Ojalá, podamos ver la necesidad en nuestra vida para mantenernos cerca del Señor quien nos ha dado su justicia por medio del sacrificio de Jesús. Por supuesto que podemos ver nuestra necesidad de redención, restauración y eventualmente resurrección. Rom. 6:5 En efecto, si hemos estado unidos con él en su muerte, sin duda también estaremos unidos con él en su resurrección.
Es cierto que no tenemos ningún control con el tiempo y la marea, pero sí tenemos control en aceptar al Señor Jesús, quien sí tiene el control sobre el tiempo y la marea. Esto sí podemos hacer con un corazón lleno y expectante. Recibamos el regalo eterno de Dios que se nos ha dado y estaremos en paz durante las tormentas de la vida. En el Nombre de Jesús, ¡Amén!
0 Comments