Prov. 10:22 La bendición de Jehová es la que enriquece, Y no añade tristeza con ella.
Salomón, en su sabiduría, sabía lo que la bendición del Señor podía hacer en un alma. La respuesta simple es que la bendición del Señor enriquece, y Dios no incluye tristezas en Su bendición. Lo increíble acerca de la bendición del Señor es que nos llega sin daños para el bendecido. Santiago 1:17. Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación. Es bendición pura, pero la persona que obtiene la bendición en su vida puede terminar abusándola y haciendo que dicha bendición se torne una carga en su vida. Cuando Dios nos da una bendición, ésta nos llega completa y pura, pero cuando comenzamos a pensar que estamos por encima de la ley podemos terminar queriendo cosas con desesperación y la bendición se torna algo difícil de manejar. Nosotros somos quienes convertimos una bendición en una tristeza.
Leemos en la palabra de Dios acerca de algunas personas que no podían o no querían dar la reverencia a la bendición que se les había dado. Elías, quien tuvo l bendición del sacerdocio sobre sí y sus hijos, pudo ver cómo esta bendición del Señor se volvió tristeza. 1 Samuel 4:11 Y el arca de Dios fue tomada, y muertos los dos hijos de Elí, Ofni y Finees. El Rey Saúl estaba ungido con la bendición de ser rey, pero Saúl convirtió esta bendición en tristeza por su arrogancia y temor. 1 Samuel 16: 1-A Dijo Jehová a Samuel: ¿Hasta cuándo llorarás a Saúl, habiéndolo yo desechado para que no reine sobre Israel? Llena tu cuerno de aceite, y ven, te enviaré a Isaí de Belén, porque de sus hijos me he provisto de rey. Ananías y Sáfira fueron bendecidos con propiedades y riquezas. Las posesiones que eran una bendición del Señor, con el tiempo poseyeron a Ananías y a Sáfira, terminando con tristeza y pérdida de vida. Hechos 5:3 Y dijo Pedro: Ananías, ¿por qué llenó Satanás tu corazón para que mintieses al Espíritu Santo, y sustrajeses del precio de la heredad?
En nuestra propia historia y la de la iglesia, hemos visto que lo mismo ha ocurrido con algunos desafortunados evangelistas de televisión, quienes sufrieron de grandes tristezas cuando equivocadamente tomaron la bendición del Señor como la misma licencia sin ley para vivir sin tener en cuenta el corazón de dios. Pareciera haber un tema recurrente en estos ejemplos. Hay una falta de reverencia para la bendición misma y un sentido de titularidad o un corazón duro que dice, “Ya era hora que llegara esta bendición, he estado creyendo en ella y se tardó en llegar”.
Estudiemos más a profundidad que simplemente las bendiciones materiales. La bendición del Señor nos enriquece, y no viene acompañada de tristeza. Dios nos quiere en posición de recibir su bendición para que podamos ser el pueblo de Dios y Él pueda ser nuestro Dios. Jeremías 24:7 Y les daré corazón para que me conozcan que yo soy Jehová; y me serán por pueblo, y yo les seré a ellos por Dios; porque se volverán a mí de todo su corazón. Esta es la bendición del Señor. Salmos 133:3-B Porque allí envía Jehová bendición, Y vida eterna.
Las bendiciones del Señor son un regalo maravilloso porque nos colocan al centro de Su amor. Si pudiéramos pensar creativamente fuera de nuestros estilos de vida basados en la posesión de cosas y dirigir nuestros corazones hacia la verdadera bendición del Señor, veríamos cuán ricos somos realmente en la gracia de nuestro Dios. Romanos 4:6 Como también David habla de la bienaventuranza del hombre a quien Dios atribuye justicia sin obras, 7 diciendo: Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades son perdonadas, Y cuyos pecados son cubiertos. 8 Bienaventurado el varón a quien el Señor no inculpa de pecado. Cuando comenzamos a darnos cuenta del valor de nuestra salvación y bendecimos al Señor por la forma en que ha sacado la tristeza de nuestro corazón, podremos ver cuán ricos y bendecidos somos. Feliz es el hombre cuyos pecados son perdonados, feliz es ese hombre. 1 Corintios 6:20 Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios.
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