Proverbios 10:7 La memoria de los justos es una bendición, pero la fama de los malvados será pasto de los gusanos.
La dificultad de no ser reconciliados con el dolor en nuestro pasado puede llegar a ser abrumador para algunas personas y una tormenta sin final para otras. Ahora nos damos cuenta como esos recuerdos de los niños de Primera Nación aquí en Canadá quienes fueron forzados para asistir escuelas residenciales, todavía sienten las repercusiones que sufrieron. Estos niños ahora son ancianos quienes todavía están dolidos y afectados. Los efectos que tienen estas personas en su cultura tienen que ser reconciliadas o el dolor continuará siendo maldecido por generaciones. La brutalidad y la vergüenza con que se dejaba practicar poner en uso sobre estos niños en ese tiempo, fueron inhumanos y crueles. Aún así, se les esperaba de esta gente de vivir en una vida inspirada y que funcionaran normalmente media vez regresaran a sus hogares. Como no ser inadaptados en su situación en funcionar como si nada cuando tenían tantas preguntas sin respuestas siendo tratados como una sociedad de carga a quienes era necesario deshacerse.
La angustia que fue sufrida entre sus almas y su espíritu para cualquiera que tuviera esos recuerdos de haber sido brutalizados, se les hace difícil incluso creer que hay curación para cosas mejores. Sanar en el espíritu es tan necesario como sanar en el alma. Éx. 6:9 Moisés les dio a conocer esto a los israelitas, pero por su desánimo y las penurias de su esclavitud ellos no le hicieron caso. Recuerdos depresivos y dolorosos mantendrá a muchos revolcándose en recuerdos hirientes mientras los mantiene estancados en seguir adelante. No tenemos otra cosa, que escoger en reconciliarnos con nuestro dolor del pasado porque sino enfrentamos ese dolor con el poder sanador de Dios, esa sombra obscura negativamente controlará nuestros pensamientos, causando repetir ese rendimiento a la siguiente generación.
Romper esta esclavitud se necesitará la luz de Dios que puede penetrar cualquier obscuridad y desgarrar esa tiniebla que ha envuelto nuestro corazón y mente. De todas maneras, tenemos que querer esa sanidad de todo corazón. El fuego de justicia de Dios quema todo, incluso las injusticias que hemos sufrido durante nuestra vida. Yo, por mi parte, he tenido que perdonar los eventos que pase en mi infancia, para poder vivir una vida sana y significativa hoy día. Tuve que perdonar la brutalidad y el abuso que mi padre dispensaba en mi madre, en mis hermanos y en mí. He escrito extensivamente en este asunto sobre la incapacidad de mi padre de no poder amar, nutrir y proteger a su familia. No podemos regresar a componer las cosas del pasado en el punto donde la tortura tomó lugar, pero con la gracia del perdón de Dios podemos llegar a ser sanos desde el momento que escogemos perdonar. Mateo 6:14 »Porque, si perdonan a otros sus ofensas, también los perdonará a ustedes su Padre celestial.
Nosotros escogemos. Pueda que nademos y bañemos en el amor ungido de Dios y su afectuosa presencia que eventualmente nos sana todas la heridas y dolor. O, podemos ahogarnos en las aguas infecciosas de dolorosos recuerdos que se mueven en las pesadillas viniendo desde muy dentro listas a llevarnos a un infierno de soledad. La Salvación de Dios es un precioso regalo como para ignorarlo desde nuestros dolorosos recuerdos del pasado. Si entregamos un dolor tras otro y otro hasta ser sanados con el bálsamo del sacrificio de Cristo quien nos sana y nos completa. Hay suficientes personas en este mundo viviendo en tinieblas de enfermedades que se vuelven más oscuras mientras los días pasan. Nosotros quienes estamos en Cristo podemos vivir en la luz senadora de Dios. Éx. 15:26b Yo soy el Señor, que les devuelve la salud». Lo único que tenemos que hacer es desearlo. En el nombre de Jesús. Señor, ayúdanos a clamar tu nombre para la gracia que necesitamos para escoger vivir. ¡Amén!
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