Proverbios 8:13 Quien teme al Señor aborrece lo malo; yo aborrezco el orgullo y la arrogancia, la mala conducta y el lenguaje perverso.
Cuando vivimos nuestras vidas donde ya no confiamos en Dios, llegamos a ser imprudentes en nuestro comportamiento y terminamos culpando todo lo injusto que nos pasa a otra persona o a otra cosa. Llegamos a ser como la gente que se describe en el libro de Malaquias con quien Dios trata de razonar. Esta gente había seguido su propio camino y cuestionado todo lo que Dios decía. El Señor pacientemente explicaba Su amor para ellos y lo bueno que les esperaba si escogen su guía. Pero la respuesta de estas personas fueron arrogantes. Mal. 1:11 Porque desde donde nace el sol hasta donde se pone, grande es mi nombre entre las naciones. En todo lugar se ofrece incienso y ofrendas puras a mi nombre, porque grande es mi nombre entre las naciones —dice el Señor Todopoderoso—. 12 Pero ustedes lo profanan cuando dicen que la mesa del Señor está mancillada y que su alimento es despreciable. ¿En serio, la mesa que El Señor ha preparado ante nosotros y puesta en la presencia de nuestros enemigos, es despreciada y contaminada? Que tontos han llegado a ser.
El remedio de Dios para sobresalir las mentiras infecciosas de Satanás que siembra gratis mente entre las personas de esta tierra, es odiar lo malo y crecer en la sabiduría y el amor de Dios aceptando su regalo de salvación por medio de Cristo para nuestra alma eterna. Prov. 9:10 »El comienzo de la sabiduría es el temor del Señor; conocer al Santo es tener discernimiento. El Señor dice, si vas a odiar algo, entonces odia la causa que nos hace culpar a Dios y culparnos uno al otro por nuestros pecados. Dios dice que odiemos el orgullo, la arrogancia y la perversidad del pensamiento. Prov. 8:13 Quien teme al Señor aborrece lo malo; yo aborrezco el orgullo y la arrogancia, la mala conducta y el lenguaje perverso. Este es un buen lugar para nosotros para empezar a tomar responsabilidad por lo que escogemos hacer. La reverencia del Señor y odiar lo que Dios odia nos ayuda a tener una sincera relación con nuestro Señor.
Dios nos invita a venir y razonemos con Él acerca del estado de pecado que nos encontramos. Isa. 1:18 »Vengan, pongamos las cosas en claro —dice el Señor—. ¿Son sus pecados como escarlata? ¡Quedarán blancos como la nieve! ¿Son rojos como la púrpura? Razonar implica un intercambio inteligente de pensamiento e ideas. Aunque nuestro Dios todopoderoso nos invita a que razonemos con Él en amor, sería sabio en nuestro favor el escuchar más que hablar. Dios es nuestro Salvador. Nuestra salvación no es ganada por nada que creamos impresionarlo. El Señor es nuestro libertador y redentor. Nuestro Padre Celestial es quien sana nuestra condición caída porque nosotros no tenemos la respuesta de cómo sanarnos, sino, ya lo hubiéramos hecho. ¡No hermanos! Jesús es Señor, y nosotros estamos en una eterna necesidad de Su regalo de salvación. Quítate de la cara de Dios y deja de acusarlo de tus problemas y empieza a agradecerle por resolverlos. ¡Amén y amén!
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